lunes, 25 de abril de 2011

A once meses de tu partida



Hace once meses ya no había marcha atrás, se agotaron todas la esperanzas solo restaba esperar que tu tenue luz se disipara lentamente, todo había sido en vano, en vano fue esperar un milagro, en vano fueron tantos días de agonía, en vano las ilusiones de que volverías a casa y en vano fue tratar de creer que te salvarías, ya ni el parte medico fue como los otros, con un poco de aliciente a mi destrozado corazón, ya mis fuerzas se agotaron al verte tendido en esa cama ya casi sin vidas como suplicándome que te soltara para partir en tu viaje sin regreso a mis atormentados brazos que buscaban desesperadamente abrazarte para retenerte a mi lado, y fue en vano tratar de retener en mis manos el aire que se disipaba como tu vida entre mis dedos.
Como hace once meses mi mente y mi corazón sufren el tormento de tu partida, como si fuera ayer, en vano es esperar que el tiempo disipe mi lenta agonía que antes fue mi vida feliz y hoy la envuelve las sombras de tu muerte.
Tu recuerdo acompaño toda la semana santa desde el jueves santos, el servicio de que nos dejo Jesús, ese servicio que acompaño todos mis días en el hospital, el que me brindaron todos los que estaban a mi lado y el que de alguna manera brinde yo a los familiares que uno a uno de los seis que entraron con vos ese día del accidente, y se fueron primero que vos y yo los consolé sin saber que me consolaba a mi misma.
Y volvieron a mi esos fotogramas del pasado cuando te cuidaba en tu lecho que pronto se convirtió en tu féretro el viernes santos el dolor de María por la muerte de su hijo en el que vi mi propio dolor y se lo entregue a ella como también te había entregado a vos en sus brazos de madre para que te cuidara en tu partida.
Y la vigilia del sábado y la luz, esa vigilia como la misma que viví cuando te velábamos para darte el último adiós.
El domingo se ilumino con la esperanza de la resurrección misma de Cristo y el júbilo del buen cristiano que cree en una vida nueva, pero hoy no puedo cerrar ese círculo de muerte que me embriaga cada veinticinco desde que me dejaste sola mi amor. Quiero salir de este tormento, pero creo que aveces es en vano esperar otro milagro ese que me de paz para poder seguir viviendo.


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